Enrique Morente y Pepe Habichuela
Si algo hace grande a la música son esos artistas de caracter divulgativo y didáctico. Los que abren caminos tirando muros y jamás dan importancia a sus esfuerzos ni victorias. La muerte repentina de Enrique Morente deja sin asfaltar muchos tramos de la carretera. Si algo tienes que llevarte a la tumba que sea respeto. De eso sabía mucho el granadino, jamás se sintió maestro de nada, siempre atento a todo lo que le movía las tripas, convirtió el flamenco en un arte humilde de uso y disfrute para todos.
Trabajador inagotable siempre se mostró activo, efervescente, pensado en alto y permitiendo que el silencio se expresase como en la canción “No te rebeles Serrana”. Morente acercó sin reparo el flamenco puro a los oídos de una generación que jamás pensó que escucharía Malageñas o Tarantas. Es más, lo aproximó a un público que sin reparos repudiaría ese animal que es arte con heridas tan español. Morente nos enseñó a querer el flamenco sin pensar en Camarón, sin buscar acomodo en la fusión de temporada y sin fijarnos en el flamenco-vagabundo que algunos bichos han convertido en una bandera.
El tipo nunca renuncio al espiritu, dicen que era un renovador y todo eso, pero era puro hasta morir ya fuera a palmazos, con golpes de cajón o con esquizofrénicas distorsiones. El flamenco siempre estaba presente doliendo y sangrando. Cerrando el círculo a base de compases y silencios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario