Cuando guardas alguno de tus héroes en el cajón de los recuerdos por aquellos avatares que tiene la vida puede pasar dos cosas: La primera que siga ahí para siempre como una señal imborrable que explica el porqué de tú forma de andar y otros caracteres de tú ego. La segunda es darte cuenta que el héroe ha salido del cajón y vuelve a llamarte para acogerle por segunda vez. Con Robert Plant me ha sucedido lo segundo, personaje de mi infancia y por genética familiar, de niño mi piel entró en contacto con el polvo mágico de Led Zeppelin y a partir de ahí supe que el resto de mi vida tendría sentido. El paso de los años te lleva a fijarte en otras músicas y otros pantalones. Pero el tiempo me ha devuelto a Robert Plant como un Ave fénix que sabe perfectamente cómo tiene que sonar esta etapa de nuestra vida. De la suya y de la mía. “Rasing Sang” fue su prueba de amor, no quiso estar solo y templo su canto gracias al espíritu americano de Alison Krauss. Ahora regresa con “Band of Joy” calmando las aguas, reposando el pulso del rock, sudando blues y quebrando los huesos del country con elegantes golpes de su mejor voz. Ya nunca más serás un recuerdo ahora sé que siempre estarás conmigo.
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